Lo que nos enseñó la epidemia

En el futuro, los libros de historia narrarán cómo un virus nos puso en jaque. No sería la primera vez, sin duda, pero sí es la primera vez que una epidemia aprovechó todos los avances de la globalización para expandirse rápidamente a todo el mundo. De persona en persona y gracias a la rapidez de los viajes, la cantidad de infectados superó los cinco millones en cuestión de meses. Y, sin una cura disponible, lo mejor que pudo hacer la humanidad fue aislarse lo más posible, cerrando fronteras y, en casi todas partes, cerrando hasta la puerta de la casa.

Perú, desde luego, no fue la excepción. En realidad, fuimos de los países más afectados. Siendo un país que normalmente no destaca mucho, sorprendió a muchos vernos en la lista de los quince países con más personas contagiadas. Y se comentó mucho al respecto en su momento. Trató de encontrarse culpables y se pidió despedir a los responsables, como si los hubiera. Pero ya no tenía mucho sentido. La epidemia siguió su curso y, después de setenta días de expansión constante, la cantidad de contagios se estabilizó para comenzar a descender igual que todos los demás países del mundo.

Lo importante ahora, como país, es aprovechar la experiencia lo más posible. Hay cosas que quedaron sumamente claras para todos y usaré este artículo para resumirlas.

La importancia de la higiene

A pesar de todo el miedo que se sintió por el virus desde el principio, la realidad no era tan compleja. El virus se esparce por microgotas que salen de una persona infectada y llegan a otra; y la mejor manera de evitar contagiarse era simplemente evitando tocar alimentos o tocarse el cuerpo con las manos sucias. Si Perú tuvo tantos infectados, definitivamente hubo gran parte de responsabilidad en personas que no tienen en mente la importancia de la higiene. Es lo primero que tenemos que aprender.

La importancia de tener un buen gobierno

A pesar de todas las críticas, el presidente Martín Vizcarra manejó las cosas con responsabilidad. Hubo errores, claro. No había pasado nada similar en cien años. Pero los errores, por suerte, se corrigieron rápido. Se tomaron decisiones pensando en lo mejor para el país, sin importar lo que fuera mejor para ningún grupo específico. Hizo lo que un presidente realmente tenía que hacer, no solo en estos casos especiales, sino siempre. Tendremos elecciones presidenciales en el 2021 y existe la posibilidad de que postulen a la presidencia personas a las que el país le importe menos que sus intereses. Necesitamos aprender a detectar y descartar a esos candidatos. Que esta crisis sirva para reconocer la importancia de tener un buen gobierno, y que sirva para aprender a no conformarnos con menos.

La importancia de obedecer la ley

Si hay algo que quedó sumamente claro en Perú fue la diferencia en el número de contagiados entre las regiones que acataron la orden de aislamiento y las que no la acataron ni con los militares en las calles. Que esta experiencia nos sirva para aprender que las leyes no existen para quitarnos derechos sino para ordenar la sociedad. Es la mejor manera de que todos podamos tener una vida mejor, incluso si algunas leyes te incomodan.

Le recuperación pendiente del principio de autoridad

Con policías y militares en las calles, el gobierno hizo sentir su autoridad, pero la sociedad también demostró abiertamente que la autoridad le importa, todavía, poco. Se tuvo que detener a varios miles de ciudadanos para que el resto de la población empiece a tomársela en serio y acatar las medidas. Hay un tema pendiente ahí para las autoridades, sin duda, pero también es un tema que necesitamos aprender a tocar en casa.

Sí afectamos el medio ambiente

Uno de los cambios más claros y notorios de la epidemia fue nuestro efecto sobre el clima. La obligación de quedarnos en casa evitó que contaminemos como contaminamos siempre; y solo se necesitaron dos semanas sin autos y menos basura en las calles para que el aire se sienta más limpio y hasta reaparecieran las libélulas en los parques. Esta lección definitivamente es de las más importantes; y si hay algo que aprender de ella es cuánta responsabilidad compartida tenemos con las pequeñas cosas que hacemos todos los días.

Ir a trabajar es ridículo para muchos

La orden de aislamiento que hubo en el Perú obligó a muchísimas personas a trabajar desde casa. Nadie se murió por ello. Que nos sirva para aprender que es ridículo pedirle a una persona que se transporte todas las mañanas para llegar a una oficina cuando puede hacer exactamente lo mismo desde su casa, vía Internet… y, por favor, que se quede así. Al fin y al cabo, con más trabajo a distancia hay menos posibilidades de problemas en las calles.

Hay un desequilibrio familiar importante

Durante cuatro días, y para intentar frenar los contagios, el gobierno intentó reducir la cantidad de personas en las calles autorizando que un día salgan varones y otro día salgan mujeres. La idea era que en los hogares se organicen para compartir las tareas, pero no tuvo el efecto esperado: Los días en los que salieron varones fueron relativamente tranquilos. Los días en los que salieron mujeres fueron muy complicados. Los machistas dirán seguramente que las mujeres son más desordenadas que los varones y que por eso fue el desorden, y tal vez sea cierto hasta cierto punto; pero la realidad es que tenemos muchos hogares de madres solteras en el Perú, y muy probablemente una gran crisis dentro de las familias. Es algo que definitivamente tendremos que poner en la lista de cosas a trabajar para las próximos meses.

Los niños volvieron a disfrutar de sus padres

Durante años, la infancia peruana ha sido una infancia de pantalla. Se dedican a ver televisión o a jugar en el teléfono porque son los mismos padres quienes les motivan a hacerlo cada vez que necesitan «entretenerlos con algo». Bien, la obligación de quedarse en casa permitió a muchos padres desconectarlos de la tecnología para reencontrarse con sus hijos, y permitió a muchos hijos volver a jugar con papá y mamá. Que esta nueva costumbre no caiga con el tiempo.

La economía, el consumismo y los ahorros

Durante la epidemia, resultó gracioso leer cómo tantas industrias están a punto de colapsar solo porque las personas están comprando lo que realmente necesitan. Muchos se burlaron de la compra compulsiva de papel higiénico que hicieron algunas personas. Varios sufrieron por no tener dinero ahorrado para alguna emergencia. Todas estas cosas nos podrían dar varias enseñanzas, pero me mantendré en las centrales: Los empresarios necesitan aprender que también ellos tienen que tener ahorros para poder cubrir planillas durante algunos meses. Las familias necesitan entender que tener ahorros puede llegar a ser en algunos casos cuestión de vida o muerte. El consumismo ya es un problema en el país y hay que ver cómo enfrentarlo.

La informalidad tiene consecuencias

Aunque muchos afirman que el plan de reactivación económica de Perú está favoreciendo solo a las grandes empresas, la verdad es que la reactivación está favoreciendo a las empresas formales: aquellas que cumplen con todas las leyes, aquellas que cumplen con todas sus obligaciones para con su personal y, principalmente, aquellas que le pueden garantizar al gobierno que cumplirán con todos los protocolos de seguridad para evitar contagios. Las organizaciones informales, por más empleo que brinden, tendrán que esperar. No son igual de confiables en una situación tan seria.

Adiós a las sandeces de «adivinos» y «opinólogos»

Durante muchas semanas he leído, visto y escuchado a gente predecir muchas cosas, pero especialmente que se nos viene la peor crisis desde la fundación de la república. La verdad es que nadie sabe lo que va a pasar ni siquiera mañana y que hablan por hablar. Algunas cosas pueden irse previendo, pero no todas. Por favor, que esta crisis nos sirva para rescatar la importancia de las afirmaciones con sustento y para dejar de prestar oído a los alarmistas escandalosos.

Es importante estar sanos

Lo he dicho antes y lo decimos todos: «La salud es importante»; pero también se podría decir sobre muchos de nosotros que «del dicho al hecho hay mucho trecho». Por esta epidemia, al gobierno le ha quedado clarísimo que hay mucho por trabajar en el sistema de salud. Y lo mejor que podemos hacer para ayudar al gobierno en esta tarea pendiente es no enfermarnos. Que la epidemia nos sirva a todos para evaluar cuánto ejercicio hacemos, cómo estamos llevando nuestra alimentación y cómo estamos evitando exponernos a enfermedades. Si hay algo que tenemos hoy más claro que nunca es que el futuro es de la gente sana.

Hasta la próxima.

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