Al honesto se le paga con gusto

Esta semana pasé por Surquillo, en Lima, y, antojado de un cebiche, caí en un local en la avenida Aviación. No daré demasiado detalle del restaurante o de la comida, porque el objetivo de este artículo no es hablar del restaurante. Resumiré diciendo que estuvo muy agradable. Lo que sí quiero hacer es saludar la honestidad de uno de sus dueños a la hora de pagar.

¿Qué ocurrió? Simple: a diferencia de tantos otros negocios, pequeños y grandes, en este restaurante no me preguntaron si quería boleta o factura como una forma sutil de evitar entregarme cualquiera de las dos. Me trajeron directamente mi boleta de venta. Cuando le pregunté por qué me dio directamente la boleta de venta en lugar de hacerme la típica pregunta de «boleta o factura» que hacían en todas partes, el dueño me respondió que él siempre daba boleta porque, aparte de que era la ley, la sanción por no hacerlo era demasiado riesgo inútil (sí, dijo inútil). Él estaba contento de cumplir con la ley, y cumpliendo la ley, trabajaba tranquilo y sin preocupaciones.

Sin duda un ejemplo que debería imitarse. No tienen idea del gusto con el que le pagas a una persona que claramente te demuestra que es una persona honesta.

Hasta la próxima.

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